Para la realización de la obra gráfica “58:39 seg” me realice tres preguntas en torno al tiempo y los métodos de medición que inventamos.

 

Empecé preguntándome ¿Cómo medimos el tiempo?

 

La respuesta más obvia que se nos puede ocurrir, es a través de valores de medida estándar como horas, minutos, segundos o días, meses, años, etc. En ese sentido, entendemos el tiempo como una sustancia medible que sirve a la especie humana para determinar una concatenación de sucesos que separan lo que denominamos como pasado, presente y futuro.

 

Por otro lado, el modo en que experimentamos y entendemos el paso del tiempo es a través de la acción del cambio. Como lo explica el Segundo Principio de la Termodinámica; la entropía siempre tiene a aumentar, o como solemos conocer coloquialmente “el universo tiene al caos”. Explicando brevemente la transformación de la materia de un estado a otros, siempre va acompañado de ciertas cuotas de deterioro o pérdida de energía para realizar un trabajo, a esto lo llamamos entropía, dicho de otra forma, el camino lineal hacia una destrucción inminente e irreversible.

 

En ese sentido, el deterioro de la materia o energético es lo que realmente nos da la sensación del paso del tiempo por lo que las formas o formatos que utilizamos para medir el tiempo pueden ser extremadamente variadas y subjetivas.

 

La segunda pregunta es ¿Cómo experimentamos y medimos el tiempo de manera subjetiva?

 

Si toda la materia tiende al deterioro entonces cualquier objeto o sujeto matérico es capaz de ser una medida de tiempo. El crecimiento, florecimiento y muerte de un árbol, la pudrición de la carne, la evaporación del agua, entre otros son cambios materiales que funcionan como esquemas de medición.

 

Por otro lado, asumo que la mayoría de la gente evidencia el paso del tiempo a través del desgaste propio y de los sujetos cercanos a su entorno, el cambio corporal, el aumento de vello, el crecimiento muscular o por el contrario la disminución de cabello el desgaste de cartílagos, el crecimiento de manchas o el aumento de lunares, etc.

 

Me pregunté también sobre las formas de medir tiempos específicos, siendo más concreto me interesaba ¿Cómo medir el tiempo que permanezco feliz?

 

Encontrar una medida de la felicidad parece un trabajo imposible o complejo si quisiéramos proponerlo como un marco general, pero al bajarlo al rango de la subjetividad existen infinidad de posibilidades. Desde mi lógica, me pareció pertinente entender el deterioro o cambio de estado de un helado como medida de este sentimiento o estado de ánimo, un helado termina en derretirse por completo en 58:39 min, por lo que propongo que una unidad de tiempo feliz equivale a lo que de manera general entendemos con 58:39 min.

 

La pregunta del ¿por qué?  medir los momentos felices tienen una repercusión en el acontecer actual, hace décadas que vivimos en sociedades de control y de terror, donde la ansiedad y la tristeza agilitan nuestro propio deterioro físico, mental, como personas. La pregunta de ¿Cómo medir el tiempo que permanezco feliz?, resulta una excusa para analizar cuestiones más relevantes, la felicidad, el bienestar o aspectos que parecen banales para sectores de la comunidad como la posibilidad de tomarse un helado, no son cuestiones que se proporcione de manera equitativa en toda la sociedad.

 

Efectivamente esta obra no da luces sobre alternativas o soluciones a una distribución equitativa de tiempo-feliz, solo proporciona preguntas de cuántos tiempos felices tenemos, cuántos tiempos de felicidad deberíamos tener y por qué no todos tenemos la misma capacidad de experimentarla.